A lo largo de los siglos XIV y XV la loza dorada procedente de los centros de producción en la península Ibérica constituía un bien anhelado y altamente representativo. Sobre todo en los alfares Valencianos platos que ya por sus meros dimensiones tenían un valor elevado se ornaron con escudos de los clientes rodeados por ricos adornos mayormente vegetales. Es una cerámica que consiguientemente se encuentra frecuentemente en excavaciones europeas cuyos hallazgos, no obstate, se suelen tratar fuera de contexto y como objetos singulares un tanto exóticos. Por otro lado hay indicios que los hallazgos son más fecuentes que las publicaciones insinuan. La difusión de la loza dorada es reflejo directo del alto aprecio que se le tenía. Tratandose de elementos de la representación de élites, hay que sospechar que sus adornos causaron efectos en la estética contemporánea. Indicios se encuentran en el arte del libro. Otro tema en este contexto es el instrumento pictórico de la monocromía muy apreciado en el arte de Occidente de los siglos XIV y XV. Integrar la loza a reflejo metálico en la historia del arte europeo es algo que queda largamente por hacer. La difusión de esta cerámica lujosa por otro lado evidenca corredores del comercio entre otros de matérias primas. Es evidente sobre todo en los hallazgos en las costas a dónde aparentemente llegaron gracias a la interacción de las redes comerciales mediterrano-atlanticas con la Hansa. En estas los puertos geograficamente correspondientes de Brujas y Londres parecen haber sido los puntos de redistribución. A base de este tipo de datos se fomentatá un entramado de historia cultural que facilitará reconocimiento y clasificación de hallazgos en excavaciones europeas poniendo de relieve el comercio como parametro relevante. Contribuirá a reconocer lo relativo de la determinación religiosa de nuestra noción de cultura que en ocasiones van de par con ideas orientalistas y exotistas.
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